Todos los pueblos del mundo han ofrendado alimentos a sus muertos cercanos, a los antepasados gloriosos y a los dioses protectores de la muerte, esto no es novedad.
Elsa Malvido, Fieles difuntos y su altar de muertos en México
Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte.
Rosario Castellanos
En todo México se vive un festival de color y tradición que nos acompaña cada año durante las festividades de 30 de octubre al 2 de noviembre. Esta serie de ritos en el maravilloso estado de Morelos, como muchas otras tradiciones, se ha sincretizado con la religión católica, dándonos una mezcolanza de sabor que se manifiesta en cada uno de los municipios y a pesar de su multiplicidad de aromas, nos reúne bajo un mismo espíritu para celebrar a los que ya no están, recordándolos por medio de una mágica ofrenda en cada uno de los hogares, la cual sin importar la magnitud y tamaño de los platillos típicos que la conforman, se coloca con la misma devoción.
Esta ofrenda a los muertos parece ya tener una semántica definida: “no puede faltar la sal y el agua” dicen los testimonios de la gente mayor tepozteca, porque si no los “muertitos” que vienen a visitarnos no quedarán satisfechos. “Primero se da ofrenda a los accidentados, el 28 de octubre, el 30 a los niños, adolescentes y los que no se casaron, mientras que el 1 de noviembre se debe preparar una gran fiesta para todos”
“Nadie debe quedarse a dormir en el cuarto donde se coloca la ofrenda”, pues puede ver cosas que lo atemoricen de verdad, tampoco hay que tomarse nada a juego suele decir la gente mayor
Don Adrián Rendón, una vez nos contó (pues ya tiene casi una década que falleció) que un joven amigo suyo, escéptico e incrédulo, que había cumplido el año de haber quedado viudo, le ocurrió el siguiente testimonio:
“—¿A poco usted cree esa tarugada Don Macetón Cabrera? —le dijo, como solía llamar a Don Adrián su amigo—A los muertos se les honra en vida, si a’uste se le antoja algo, cómprelo orita que vive, a poco cree que sus hijos lo van a esperar cada primero de noviembre— le profesó aquella tarde este personaje a don Adrián, mientras se despidieron al salir del trabajo, y se dirigía en su casa, la cual estaba en el kilómetro 2 de la carretera a San Juan Tlacotenco, en la naciente colonia de Los Ocotes (ese año no tenía todavía vecinos a los alrededores).
Pero a su joven amigo, de actitud desafiante, no le bastaron las palabras, sino que aquella noche, colocó en su mesa un excremento de toro bien seco que encontró y un ocote viejo húmedo, —vela y pan para los difuntos — aclaró.
De lo ocurrido aquella madrugada Don Adrián se enteraría después. Pues al otro día, cuando llegó temprano al trabajo se dio cuenta que su amigo no había ido. Fue hasta el segundo día cuando lo miró llegar, tieso y desvelado, que le preguntó qué había pasado:
—Ya ni me diga Don Macetón, estaba bien acurrucado entre mis cobijas cuando oí que cerraron mi puerta. Pensé que era un animal pegando la lámina vieja, pero cuando salí a ver, ahí venían los muertitos, desfilando de blanco, casi me voy yo con ellos del puritito susto, y hasta adelante iba mi señora, ya ve que se murió el año pasado; todos llevaban harto pan, y unas jarrotas de pulque y café, pero mi vieja llevaba na’mas el ocote prendido y un mojón café… se veía bien triste… y así, atravesó todo el corral, hasta que se perdió en la oscuridad. Mire Don Macetón, que este año le juro que voy a dejar de tomar y le voy a mandar a hacer una ollota de tamales y molito verde y rojo pal otro año… aunque sean los vivos quienes se zambullan todo.
Como este, abundan testimonios de gente mayor, que quizás contaremos en otra ocasión. Bástese decir que esta fecha en todo el pueblo no puede pasar desapercibida.
Algunos, desde muy temprano van a la limpiar las tumbas de sus seres queridos y les llevan comida, a otros se les va el día comprando las mejores frutas y preparando los menjurjes: tamales de masa envueltos en hoja de maíz (o por lo menos de totomoxtle), mole rojo y verde, pollo hervido, jícama, naranja, toronja, ciruelas de temporada (Tepoztlán fue muchos años exportador de ciruela), agua en bule, pan de muerto de todos los sabores (que a veces se queda tapado con servilletas de tela bordadas por la señora más grande de la casa), ponche de naranja-agria o de leche, café de olla en jarros, (y en años recientes hasta coca-cola), son sólo el comienzo de los ingredientes que se ven en las ofrendas; las cuales los niños, mientras hacen su calavereada, pasan a visitar.
Patricia Jiménez Pons apunta: “para las comunidades indígenas morelenses […] la muerte es parte de un largo caminar, la partida no es definitiva, el difunto ha de volver cada año a compartir con los suyos mediante la ofrenda, y ese día, el de su muerte, habrá de reintegrarse a la madre tierra (12).
Para los mexicas, cultura que dominó a los pueblos nahuas, entre ellos a los que ocupaban el territorio actual de morelos, la vida de los hombres tenía tres puntos fundamentales ubicados en tres zonas del cuerpo y la vida terrena no podía existir en ausencia de uno u otro. En la cabeza residía el tonalli, es decir la energía que determinaba la conducta de ese ser; el ihíyotl se localizaba en el hígado y era el fluido donde residían las pasiones y los sentimientos.
Finalmente estaba el teyolía, ubicado en el corazón, el cual podemos equipar con el alma de los católicos. Esta ánima era el regalo de los dioses al nacer y habría de permanecer como parte infinita del hombre para realizar el tránsito a cualquiera de los cuatro lugares a los que tendría que viajar según su grupo social al que pertenecía y la forma en que perdía la vida (14).
Por supuesto que también son importantes los arreglos florales de cempasúchitl amarillo y morado, así como un camino floral que indica el camino que los difuntos deben seguir hasta su ofrenda. También abundan los sirios con los que se les llama a comer, y a veces un cuadro en el que las familias recuerdan a todos aquellos que ya partieron.
Por supuesto que esto es solo una parte del festejo. Los más pequeños piden calavera con su chilacayota a la que sus padres le sacan “la tripa” y decoran con anticipación; algunos van con su calavera de carrizo, la cual ponen a bailar antes de recibir sus dulces en la entrada de las casas, y por supuesto que no se disfrazan “estamos en día de muertos, aquí es México, no Halloween” dicen los vecinos, intentando escapar de la globalización.
Un mágico evento se vive en todo Tepoztlán; mientras muchas familias hacen su calavereada iluminándose con las velas de sus chilacayotas, visitando casas que se unen a la tradición con una gran decoración; otras más se quedan en su casa y preparan una fogata, hacen una cena familiar y cuentan relatos y leyendas de tradición oral, que son tema de otra ocasión.
Pero no solamente se hace comunidad por lazos consanguíneos. Los mayordomos de los diferentes barrios y comunidades reúnen a la gente y los músicos de ahí tocan para todos, toman bebidas calientes y pasan una velada agradable cobijándose del frío, a cualquiera que llegue a la iglesia se le invitará a ser parte y disfrutar de la verbena.
En Tepoztlán se vuelve a poner ofrenda
8 días desde el 28 de Octubre para matados, 8 días del 31 para los niños y 8 días del 1 para los adultos (hasta el 8 de noviembre). Se incluyen alimentos en menor cantidad y solo se les coloca poca comida, para que ellos no regresen muy pesados, ahora se ofrecen postres y comida ligera. Los difuntos ya van llenos y se les ofrece el “itacate” para que ellos regresen con mucho amor y fervor de donde vienen. Ya no se preparan los platillos fuertes y se vuelve a salir a pedir calaverita aunque ya no dan dulces casi, en cambio en ocasiones ofrecen frutas de temporada.” (Gama, 2022).
A propósito del próximo día de muertos, el Ayuntamiento de Tepoztlán tiene preparada una serie de celebraciones durante el mes de octubre. Se festejará una muestra de cine con temática de terror en ¡Que viva el cine! El 6 y 7 del mes en donde habrá increíbles dinámicas, rifas y premios sorpresa, asimismo el 20 de octubre se llevará a cabo una rodada de bicicleta de montaña en donde se contarán leyendas del pueblo y los participantes mejor caracterizados se harán acreedores a un premio y el último día del mes, podrás ser testigo del tradicional desfile de catrinas por segundo año consecutivo, además de apoyar a todos los jóvenes que participan en un concurso de calaveritas literarias, y una casa del terror que se montará en la presidencia municipal, así como la gran ofrenda municipal en la explanada.
Así que ya lo sabes, intégrate y disfruta del folclor que cada una de las familias tepoztecas te ofrece en este pueblo mágico en donde cada calle se inundará de folclor y te invitarán a repetirlo en la octava de muertos, festejando una vez más a los que ya no están.
Por supuesto que esta reseña es solo una parte de lo mucho que Tepoztlán tiene para ofrecerte durante el día de muertos. En futuros artículos podemos seguir hablado de sus leyendas (los calavereros, el “Catrín”, los habitantes del cerro, o la leyenda del tesoro oculto entre los cerros, por ejemplo) además de seguir aprendiendo de su gente y de sus ritos.
¡Escríbenos y comenta que significa para ti esta fecha tan importante en este pueblo mágico! ¡La hacienda Tepoztlán te espera para unirte a su festejo!
Referencias bibliográficas
Gama Hernández, Jesús Gabriel. “Los días de los fieles difuntos en Tepoztlán y la octava”. https://www.launion.com.mx/blogs/turismo/noticias/216601-los-dias-de-los-fieles-difuntos-en-tepoztlan-y-la-octava.html
Jiménez Pons, Patricia. Los muchos días de muertos en Morelos. Cuernavaca: Fondo Editorial Morelos. 2009.